En dos domingos sucesivos del mes de febrero un total de 30 montañeros (12 el día 17 y 18 el 24, de los cuales 4 repiten ambas salidas) acometen la marcha a un hermoso paraje de la sierra: la Laguna del Novillero, situada en la base de la Mogota del Cervunal o Cabeza Nevada a una altitud aproximada de 1850 m.s.n.m. En ambas fechas el tiempo es seco, con unas temperaturas elevadas, impropias del invierno gredense.
Partimos del puente de Navalperal sobre el río Tormes situado a 1190 m. de altitud. y, después de cruzar los puentes de Las Ranas y del Rollar, tomamos el camino que asciende por la divisoria entre las gargantas de Gredos (que nace en la Laguna Grande) y del Pinar o de Cinco Lagunas. Es la Cuerda del Cervunal, empinada, pero con diferentes escalones que permiten recuperar el resuello tras andar los tramos de mayor pendiente.
El pilón del Cerrito, de pocos años de antigüedad, nos informa de la vocación ganadera del paraje, que siguió a otra más antigua de carácter agrícola. Lo demuestran las numerosas paredes, hoy en gran parte derruidas, que cercaban pequeñas fincas dedicadas al cultivo del centeno y que trepaban por la ladera junto al sendero hasta alcanzar cotas próximas a 1650 m. por encima de las cuales ni siquiera este duro cereal, adaptado a suelos esqueléticos y fríos intensos, es capaz de prosperar. En el palimpsesto que conforma el paisaje es posible leer, como en un pergamino, esas huellas sobre el terreno y admirar así las eras empedradas donde se trillaba el centeno para separar la paja del grano y transportarlos a lomos de caballerías (de otra forma resultaría imposible) para su utilización posterior. La paja para el ganado o para fabricar sombreros con que cubrirse en los soleados veranos y el centeno para alimento de los animales e incluso del hombre en tiempos de escasez, como era frecuente en la posguerra. Nos topamos nada menos que con dos de estas pequeñas eras, de la mayor extensión que permite el terreno, al progresar en nuestra caminata por un espacio invadido hoy por un tupido piornal.
Dejamos atrás el Cerro de las Peñas con sus llamativos afloramientos de un cuarzo duro que contrasta con el resto del entorno. Tomamos un respiro antes de superar la zona más inclinada para echar un vistazo al paisaje. Al oeste, la Cuerda de Los Barquillos en la que destacan grandes bloques depositados por la fusión de los hielos del glaciar que inundaba el valle, distribuidos en tres cordones correspondientes a otras tantas pulsaciones o “crecidas” de los hielos. Al norte, en la lejanía, los pueblos asomados a la ladera soleada de la alineación montañosa de La Serrota-Parameras. Perfiles antiguos, ondulados, por cuya línea próxima a las cumbres paseamos a veces siguiendo los antiguos caminos de unión entre los pueblos que conforman El Balcón de Gredos que hace años se inventara nuestro querido amigo, que fue socio de honor del Club Azagaya-Gredos, Aurelio Delgado. Al sureste, la Cuerda de Las Chorreras por la que discurre otro trayecto que el propio Aurelio nos mostró, que va del Pozo de Las Paredes al Prado Barbellido o de las Pozas.
De repente, cuando abordamos el tramo prácticamente llano del recorrido, asoman por el sur los circos de Gredos. A la izquierda, El Morezón da paso al Cuchillar del Enano, los Hermanitos y El Casquerazo. El resto del Circo por antonomasia queda oculto al igual que El Almanzor, pues El Cerro de Los Huertos y El Almeal de Pablo, en un plano anterior, lo ocultan. Después El Gargantón se continua con el de Cinco Lagunas del que apenas se percibe la mole de la Mogota que todo lo eclipsa.
Pasamos la Fuente del Churrital que mana lo imprescindible para echar un trago y meternos de frente en el valle del Novillero en cuyo final, justo en la base de Cabeza Nevada, se encuentra la fuente y el refugio que nos espera para descansar y reponer fuerzas. Recorremos los recovecos del Arroyo de Maja Zarza, donde permanecen sumergidos, fosilizados, algunos troncos de los pinos que en tiempos remotos poblaron buena parte de la Sierra y explican por qué esos topónimos: pino, pinar,… son tan frecuentes en la zona. Su historia fue narrada hace unos 10 años por varios científicos, entre los que destacamos a Fernando Gómez Manzaneque, profesor de la Escuela Superior de Montes de Madrid, recientemente fallecido, a quien rendimos homenaje.
Comemos el bocadillo y descansamos para visitar después una lagunilla peculiar pues es la única de Gredos que está inserta en plena morrena lateral de un glaciar extinto, alimentándose de las aguas del deshielo de una cuenca diminuta y ocasionalmente de las procedentes de las lluvias, lo que hace que tenga poca profundidad y se seque durante el verano.
Iniciamos el regreso. El día 17 nos dividimos en dos grupos. Uno de ellos remontó la cuerda para bajar por La Barranca y de allí seguir el curso de la Garganta del Pinar hasta Navalperal. El otro por la cuerda contraria, camino que también seguimos todos los participantes del día 24, para bajar a la Garganta de Gredos en el paraje de Las Navazuelas, frente al chozo del Postuero, donde el calor nos invitó a poner nuestros pies en remojo para seguir a continuación hasta Los Labradillos y de allí a nuestro punto de partida.
Una vez en el pueblo, la hospitalidad del bar de Raúl aplacó nuestra sed con unas buenas cervezas y mitigó el hambre generado en el trayecto.